Escondida bajo un sombrero y tras unas gafas, presentaba en Blogueros Mayores sus trabajos de punto de cruz y sus relatos. Por los comentarios que le hacían, debía ser una persona conocida y querida por el grupo. A mí, me parecía distante.
Saltando de blog en blog, quise trazar un camino y me la volví a encontrar.
Saliendo de su cajón secreto, un día, nos mostró su rostro y… ¡sorpresa! Tiene “un algo“ especial que me recuerda a mi madre.
Mientras mis dudas me corroían, se acercó y, casi sin conocerme, apuntaló mi inseguridad, se puso a mi lado para leer y comentar juntas y, desde entonces, me ha ido enredando con sus hilos de seda y esparto.
Ahora está ahí, respetando mis tiempos, y tan cercana, que hasta ha cambiado la decoración de mi casa.
No sé si serás capaz de percibir lo agradecida que te estoy y por eso siento la necesidad de decirlo.
¡Qué raro y maravilloso es ese fugaz instante en el que nos damos cuenta de que hemos descubierto un amigo!
William Rotsler