Y así, sin darnos cuenta, poco a poco, nuestra amistad se había consolidado y nos apetecía conocernos.
Hice los planes: viajaríamos a Sevilla a finales de verano para ver a mi hermana, y en primavera a Barcelona. “¡Sevilla! Tienes que conocer a Francisco” me dijo Nerim. Y así, incitada, guiada, empujada por ella y cogida de su mano, en la lejanía, llegué hasta
Paco y Pepita. Gracias Nerim, por volver a apoyar una vez más mi inseguridad.
Pero esa historia ya está contada.
Esperando a la primavera, una noche, de repente, llegó un e-mail: “Vamos a finales de noviembre“. Sí, se ha adelantado el encuentro, ¡no lo podía creer!; venía de Mirentxu y el abrazo prometido se iba a hacer realidad. Y en esa espera, surgió
Cuando vengas, y ya ha venido.
A la hora convenida nos encontramos
el “fuerte y cálido abrazo” tantas veces prometido
y tan deseado, llegó ;
nos miramos, nos volvimos a abrazar.
Cálida, cariñosa, sencilla, con la sencillez de los grandes,
como la esperaba, como se muestra en su blog, como es,
y empezó nuestro día, no necesitábamos más.
¡Estábamos juntas!
Como viejas amigas paseamos cogidas del brazo y hablamos,
aparecieron algunos amigos
Paco, por supuesto –lo llamaríamos mas tarde –
Mascab, por el encuentro pasado, A.K.E. por el venidero,
y algunos más… pocos, desde luego,
estábamos : ella, yo y nuestro acompañamiento,
ella, yo y nuestros sentimientos,
sólo ella y yo.
Hora de comer: El Azaya –lugar emblemático para mí –
allí “ los cuatro” seguimos hablando, como amigos de toda la vida,
los temas iban y venían sin orden ni concierto,
la sobremesa fue larga, nos sentíamos bien,
Mirentxu y Luismi son ¡encantadores!.
Se hizo tarde, la noche caía y empezaba a refrescar,
si hacía tiempo que a Nerim le había abierto mi corazón
¿por qué no abrirle mi casa? y allí acabamos.
Mirentxu, es una persona activa, inquieta, celosa de su intimidad,
y a pesar de eso nos habla de su ayer, de su hoy, de su mañana,
con una conversación interesante y entretenida,
como corresponde a la mujer inteligente y culta que es.
Luismi está ahí - al otro lado de la cámara- ,
motivándola, apoyándola, compartiendo sus éxitos,
esa es su grandeza.
Y así, sin prisa, relajados, hablando de todo y de nada,
había pasado el día, y nuestro encuentro llegaba a su fin,
nos dijimos adiós con un fuerte y cálido abrazo,
y por qué no decirlo, con cierta emoción por mi parte.
Fueron ¡doce horas juntos!, pero me supo a poco,
ahora seguiré esperando que llegue la primavera
pues nuestro viaje a Barcelona sigue en pie.
¡Ah!, y, al final, mi hija fue a saludarlos, pero esa es otra historia…
Mirentxu y Luismi, muchas gracias,
por este día que nos habéis regalado.
Un abrazo muy fuerte a los dos.