miércoles, 2 de enero de 2019

Las abarcas desiertas



Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.

Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

Toda la gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.

Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y un mundo de miel.

Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.

Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.

Miguel Hernández



4 comentarios:

  1. Todo comienzo es otra oportunidad.

    Saludos,

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  2. Triste y hermoso poema de Hernández
    Sé feliz este año que comienza
    Besucos

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  3. Me ha encantado el poema, y es que aunque yo no las he llevado nunca puestas, las he visto, e incluso arreglado en el pueblo de mi padre, no eran tan finas como estas, eran bastante mas bastas, las llevaban hace muchos años los agricultores de un pueblecito de la provincia de Huesca, las suelas eran de cubierta de neumáticos.
    Saludos

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